"Nuestra sociedad aburguesada tiene un miedo enorme a los errores; trata de protegerse de ellos por todos los medios, por ejemplo con los reglamentos y los exámenes; sin darse cuenta que , así ,tan solo perpetua determinados errores a fin de evitar otros nuevos. Pero no habrá nadie en el mundo convencido de que , en el campo pedagógico, se halla encontrado la ultima sabiduría . Hay que buscar en camino entre los dos extremos: la rigidez de las formas antiguas y la experimentación desenfrenada.
La única verdadera garantía para la pedagogía responsable es el sentido de responsabilidad del pedagogo, su deseo de aprender continuamente de la Vida misma, y examinar constantemente en lo profundo de su conciencia moral, todos sus actos.
El pedagogo que no se encuentre inmerso en la caudalosa corriente de la autoeducación, no puede realmente educar a los niños; en su lugar podría haber una película o un tocadiscos. Que haya surgido la tendencia de colocar ambos en el lugar del maestro que lucha con la pedagogía, se debe a la carencia general de confianza en el hombre que se esfuerza por superarse. No obstante, para el niño, la clase imperfecta del pedagogo insatisfecho de sí mismo, tiene infinitamente más valor que la lección técnicamente perfecta del disco. El hombre que , desde sus más profundas energías morales , se afana por seguir adelante, será, pese a sus inevitables errores , un luminoso ejemplo para el desarrollo moral de la juventud, que le venera, por sentirlo afín a su propio ser en proceso de crecimiento. Debemos tener el valor de asumir determinados riesgos de equivocación para seguir avanzando.
En la primaria, tuve un maestro cuyo lema era: Si no quieren arriesgarse, quédense sentados en su silla. Pero entonces, cuando se rompa una pata, también se romperán la nuca.
Aceptar, con cautela un riesgo en el campo pedagógico equivale a: conceder la libertad para que pueda nacer la confianza humana en la capacidad y en el sincero afán de una comunidad de pedagogos.
Ya durante años la formación habrá de tener lugar la selección de pedagogos, y contratar en las escuelas tan solo a los que tengan un cálido entusiasmo por su profesión, cierta posibilidad de despliegue artístico (que no es lo mismo que talento artístico) y la voluntad de superarse en lo humano. A aquellos que no satisfagan estas exigencias, habrá que orientarlos durante la formación hacia otros caminos, que no es lo mismo que rechazarlos.
Toso sistema de formación necesita un cambio de fondo: deberá ser una conducción amistosa, en la que, junto con los jóvenes , se buscara el debido lugar en la vida, para cada uno de ellos. Solo entonces puede esperarse que los no aptos para la pedagogía puedan encauzarse hacia otras profesiones; recién entonces será posible atraer de otros centros de formación profesional, los elemento pedagógicamente valioso. Solo la voluntad de autoeducarse, nacida del sentido de responsabilidad, puede decidir si uno sigue siendo un buen educador; muchos comienzan bien y se pierden por el camino de la rutina.
El mayor problema de la pedagogía es la lucha contra la rutina y la apatía. Esta debe partir de los directores escolares y de los dirigentes de los centros superiores, apoyados por los inspectores; la lucha será más facilitando los pedagogos tengan la oportunidad de elaborar sus propios métodos y, por consiguiente , de asumir responsabilidad propia.
Loa pedagogos forjan el futuro inmediato; por esto debe ser posible llamar a esta tarea a los mejores del país. Ellos son titulares de un puesto de confianza y han de ser sostenidos por el pueblo, incluso en lo material. Solo así , podrán llevar a feliz término su importante misión."
Juro que yo no lo escribí, pero como si lo hubiera hecho...
Etapas evolutivas del niño. B.C J Lievegoed. Educación y autoeducación .cap XII Editorial Antroposófica Méjico 1999
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